Hace dos meses, 1 día y 2 horas que no estoy más en Buenos Aires. Estos han sido quizás los 2 meses, 1 día y 2 horas más sin sentido de toda mi existencia, pero es la más pura realidad, y necesito enfrentarla. Siempre me decía a mí misma que el día que me fuera tendría que ser por elección propia, no por condiciones impuestas por la vida. Creía que si fuera por elección propia sería menos difícil y también creía que la elección propia no implicaba condiciones impuestas por la vida. Pero acá estoy, después de una elección propia, inevitablemente guiada por condiciones impuestas por la vida. Y no me parece que sea menos difícil. De hecho, me parece extremadamente difícil.
Hace 2 meses, 1 día y 2 horas que volví a ser temporalmente brasileña y no podría sentirme más extranjera en esta inmensidad donde nadie deja plata debajo del salero del restaurante, donde la crema de leche no se convierte en chantilly y donde latte se pronuncia lachi. Todo es distinto, todo es raro, no se siente como volver a casa, no sé explicar cómo se siente. Y eso explica mucho las caras feas que hice en los últimos años cuando la gente me preguntaba si volvería a vivir en Brasil.
Ahora, bien. Siendo sincera, no creo que extrañar a Buenos Aires sea algo totalmente justo. Quiero decir, sé que mi cerebro está tratando de jugar conmigo. Porque la nostalgia que siento tiene más que ver con una Buenos Aires que ya no existe, no con esa ciudad convaleciente dentro de un país que se está desmoronando y que solo hace recordar vagamente lo que alguna vez fue.
Hoy soy una de esas argentinas, aunque postiza, que salieron del país y ahora miran todo desde lejos con una mezcla de tristeza y alivio por ya no estar ahí. Pero sobre todo con la esperanza de que algún día las cosas mejoren, porque, siendo honesta, quien vivió alguna vez en Buenos Aires siempre está esperando la oportunidad de volver. Mientras tanto, tratamos de encontrar medialunas y empanadas en rincones recónditos dondequiera que estemos, sonreímos al ver una sucursal de Havanna y de vez en cuando incluso salimos con la camiseta de la AFA.
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