Estoy en otra capital federal


Escribo estas líneas en Brasilia. Sí, el Distrito Federal de Brasil. Aunque probablemente ya estaré en la comodidad de mi hogar porteño cuando esto se publique. Es mi primera vez en la ciudad y si no tengo ningún otro trámite de la misma naturaleza (mi pasaporte europeo) que realizar en los próximos años, probablemente también sea la última. Por ninguna razón en particular, pero hay que admitir: qué lugar raro. No de una mala manera, supongo, pero es raro. Un raro interesante. Me gustan las cosas raras. 

Dalila me llevó a conocer todos los atractivos turísticos, la Catedral, el Museo Nacional de la República y la Esplanada dos Ministérios. Dalila era la taxista que encontré en el aeropuerto. Me preguntó adónde iba y le dije que no estaba muy segura. Y como eran las 9 de la mañana y el check-in en el hotel era recién a las 2 de la tarde, ella fue mi guía turística durante una hora. Nunca había visto eso en mi vida, pero aparentemente ella ya estaba acostumbrada. Dalila iba manejando y explicándome en qué consistía cada lugar y también estacionaba el taxi cada tanto para sacarme fotos frente a algunos de ellos. ¿Buenas fotos? Evidentemente no, pero para alguien que creía que no iba a tener ni una sola foto en Brasilia, fue un gran logro. Para ella también, por supuesto, porque seamos sinceros, nuestra breve relación no salió barata.

Dalila dijo que era una lástima que todo estuviera rodeado de rejas. Ahora nadie puede acercarse al Congreso Nacional. Antes, los domingos, la gente se quedaba en el pasto chilling out, me explicó -no con esas palabras-, pero después del fatídico 8 de enero, cercaron todo y nadie más se acerca.

Después del recorrido, Dalila me dejó en la Torre de TV de Brasilia, donde hay una enorme feria de artesanías y también una fuente gigante, y cada una se fue por su lado. Brasilia tiene mucho sol y poca sombra. Debe ser por eso que la gente no camina a mucho. Y también porque es complicado caminar cuatro kilómetros para comprar un cartón de leche. 

No hace ni remotamente el insoportable calor húmedo de Buenos Aires, sin embargo, el exceso de sol me quita las pocas ganas que tengo de vivir, así que después de hacer mi mayor esfuerzo por caminar casi hasta el Jardín Burle Max, desistí y me fui a buscar refugio en un shopping ubicado en el Sector Hotelero. Donde están todos los hoteles, por supuesto. Porque Niemeyer creyó que era una excelente idea separar todo por sectores. Pero el día que logremos hacer una ciudad, una capital federal, planificada y realmente organizada, que quede bien para todos, nos quejamos.





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