Mirá, no es que quiera tener la audacia de quejarme de estar viviendo este verano con récords históricos de calor en la bellísima & suntuosa Barcelona, pero creo que tengo el derecho de hacer algunas, digamos, observaciones. Sí, porque hay que reconocer que de verano, a pesar de no simpatizar, entiendo bastante. Quien nació en el sur de Brasil y vivió casi una década en Buenos Aires entiende de verano por el simple hecho de casi haberse muerto de calor (y de odio) unas cuantas veces.
Dicho esto, aún tengo en mi currículo la experiencia de haber vivido no solo uno, sino dos veranos en 2024. El primero en Balneario Camboriú, entre diciembre y febrero, en el cual tuve la oportunidad de escuchar a mi madre proferir no solo una, y quizás tampoco dos veces, la frase "un calor así hacía mucho que no sentía". Y el segundo aquí y ahora.
¿Qué tienen en común esos dos veranos? puede que te estés preguntando. Bueno, además de mi amargada presencia, yo diría que: récords de temperatura. Y creo que solo eso.
En Barcelona, las ganas de desayunar cianuro todos los días del verano es un poco menos evidente. Eso porque la humedad es bastante inferior. Me parece gracioso. La gente que vive acá considera el clima de la ciudad bastante húmedo. Para mí, después de tantos veranos en Buenos Aires, esto es comparable a vivir en medio del Sahara. El verano con la humedad porteña no se explica, solo se siente. Y cómo se siente, la puta madre.
En el momento en que escribo estas líneas, la aplicación Weather Channel muestra que la humedad en el aire en Barcelona es del 29%, algo completamente inimaginable en Buenos Aires. Allá, tal vez podrías conseguir un aire tan seco dentro de un horno Whirlpool encendido a 180 grados. Y eso, claro, hace que consecuentemente la sensación térmica acá no sea superior a la temperatura real, que en este exacto momento es de 34 grados.
Otra curiosidad es cómo el sol nos afecta de este lado del Atlántico. Ya en los primeros días del verano noté que es mucho más ameno que en Brasil y en Argentina. Simplemente, no sentimos que nuestra piel esté ardiendo en llamas. De algún modo, el sol no nos cocina vivos a las dos de la tarde en el centro. Compartiendo mi punto de vista con argentinos que estuvieron acá en los últimos años, descubrí que no era cosa de mía. Ellos sentían lo mismo. Comprobé entonces monitoreando la intensidad de los rayos UV en el Weather Channel: en ningún momento de las últimas semanas vi el índice UV llegar a la categoría "Extremo". Como era algo que también monitoreaba en Brasil para saber a partir de qué horas era aceptable salir de casa sin protector solar, me encontraba con la palabra "Extremo" prácticamente todos los días. En Barcelona, incluso el índice "Muy Alto" suele durar pocas horas del día, a pesar de haber sol hasta las nueve de la noche.
Nada de esto, sin embargo, ni el Mediterráneo bello y azul, ni las sangrías, ni los tintos d'estiu, ni una Voll-Damm bien fría son capaces de hacerme apreciar esta estación nefasta. Estoy contando los días para el 21 de septiembre.
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