¿No es increíble cómo el sistema, la sociedad, las personas y la vida por sí sola hacen que poco a poco empecemos a defender cada vez menos aquello en lo que creemos? Puede sonar desalentador, pero en este momento de mi vida ya me resigné y no siento nada.
Empezamos la vida adulta llenos de energía, con planes infalibles para cambiar el mundo, entramos a la universidad llenos de preguntas, mil cosas pasando por la cabeza, millones de objetivos, trillones de metas, infinitas ideas. Estudiamos, leemos, vivimos, hacemos cosas, nos metemos en problemas, nos equivocamos, hacemos las cosas bien, tenemos experiencias y cuando finalmente se presenta la oportunidad de hacer algo nuevo, cambiar lo que no está bien, mejorar lo que está más o menos, evitar lo peor, inventar lo que no existe, el mundo dice que no. E insistimos, explicamos, hacemos hincapié, con toda esa energía que solo tienen los jóvenes. Pero ellos prefieren hacerlo a su manera, con soluciones que no funcionan, con ideas obsoletas que solo tienen sentido en su cabeza.
Así, durante años y años hasta que se acaba nuestra paciencia, se acaba nuestra juventud, y nuestras ganas de no tener un burnout, ataques de ansiedad e insomnio crónico empiezan a ser mucho más fuertes que las ganas de cambiar las cosas, de hacer que funcionen mejor. Solo querés estar tranquilo, beber tu vinito, escuchar tu musiquita, fumarte tu porrito, dormir antes de la una y que la última preocupación que tengas antes de apagar por completo sea si el nuevo disco de Joji saldrá antes de la gira morteamericana.
Para mí, este passaje de nivel de "argumentación agotadora" a "que se caguen" ocurrió hace unos dos o tres años. Empecé a cansarme de explicar siete veces que un texto pierde calidad cuando se repite tres veces la misma palabra en cada párrafo, que no se pone coma entre el sujeto y el predicado, que “dónde” se refiere a un lugar y no a una situación, que publicar un video grabado con un celular en la cocina de casa no está bueno.
Ahora hablo una sola vez, a modo de sugerencia.
¿Quiere poner una foto de Vin Diesel en la presentación de un webinar? ¿Quiere poner solo mujeres blancas en una campaña de cosméticos? ¿Quiere enviar ocho correos a la semana a la misma base de datos? ¿Quiere eliminar y volver a publicar algo que ya estaba aprobado? Pues hágalo.
Me acuerdo exactamente el día que esto me pasó por primera vez. Mi jefe en una agencia, uno de los peores que tuve, había aprendido el concepto de machine learning y creía que cualquier herramienta podía aprender y empenzar a hacer cosas automáticamente. Él pensaba que la plataforma que usábamos para responder a los comentarios en las redes sociales podría aprender qué respuestas dar a ciertas preguntas a través de palabras clave y responder automáticamente a los usuarios.
Le expliqué que seguramente hay plataformas con bots que hacen esto, pero que era mucho más complejo y costoso y que la herramienta que usábamos realmente solo servía para organizar y controlar preguntas y respuestas, hacer informes, guardar respuestas listas y enviarlas con la ayuda de un ser humano dependiendo de cuál fuera la consulta. Pero él insistió que podíamos intentar, investigar formas de hacer esto con esa misma herramienta, que no podíamos tener fiaca de hacer las cosas. Yo solo respiré y dije "está bien, lo investigaré" y volví a mi escritorio.
Después de eso, mi jefe debe haber abordado el tema una sola vez y luego se olvidó por completo de la idea. Al menos por el poco tiempo que estuve allí. Después de esa experiencia, entendí que decir “está bien” era mucho más fácil, mucho más saludable, que no iba a ganar nada tratando de discutir toda la tarde con esa persona y que me iba a costar mucho más reunir pruebas de que esa plataforma no funcionaba así.
Evidentemente, fue un camino sin vuelta. A partir de ese entonces, si no aparece mi nombre, si el trabajo no está firmado, si no se me considera la principal responsable de él y no se toma en cuenta mi opinión, ya no me importa. El sueldo entra igual y mi piel tiene aún más vigor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario