El día que siendo pobre tuve que entrevistar a Costanza Pascolato

Con Costanza y la dicha cartera

Allá por 2009, cuando los blogs de moda estaban en auge y las blogueras brasileñas eran llamadas It Girls, la empresaria y consultora de moda ítalo-brasileña Costanza Pascolato era considerada su deidad. Era la “papa de la moda”, decían.

Antes de los blogs, Costanza era conocida solamente en el ecosistema de la moda, por quienes trabajaban en este rubro o eran realmente muy conocedores del tema. Y si incluso yo la conocí en la época de las it guéls, entonces se puede tener una idea de cuán popular ella se volvió en Internet.

Bueno, saltemos a 2014. Costanza viaja a Florianópolis para lanzar una cartera producida en sociedad con una marca de accesorios de la ciudad. La locura de los blogs de moda ya había pasado, por lo que solo las periodistas pobres y mal vestidas de la prensa local la entrevistarían. Y es obvio que en este selecto grupo estaba yo.

La entrevista apareció en mi agenda varios días antes, por lo que, como de costumbre, tendría mucho tiempo para estar ansiosa e insomne. Solo que esta vez había un plus.  Además de ser rica, famosa y una leyenda de la moda, Costanza también es probablemente la persona más chic y elegante viviendo en Brasil. Yo ni siquiera sabía cómo vestirme o cómo comportarme en esa situación. Es decir, cuando me ponía nerviosa en las entrevistas solía hacer chistes para relajarme y por alguna razón también solía hablar fuerte y reírme en el mismo tono, a pesar de mi timidez. ¿Cómo podía hacer chistes y gritarle a Costanza Pascolato en la cara?

Pasé toda la semana pensando en vano en lo que me iba a poner. Digo en vano porque no era como si tuviera varios looks en mente y debería elegir el mejor. En vano porque tenía pocas opciones y eran realmente solo para no parecer una ciruja.

Llegó el día de la entrevista. Sería en la recepción del Hotel Majestic, uno de los más caros, chics y exclusivos de Florianópolis. No recuerdo si esta fue mi primera vez en ese ambiente, pero definitivamente no fue la única.

Después de pensarlo mucho, decidí ponerme una camisa jean de Zara, que era cara para mi nivel de vida, pero no era necesariamente elegante o fashion, pantalones chupines negros de C&A y botines chelsea también de C&A. Era un buen look para comer en el buffet libre de sushi de la Avenida Beira-Mar Norte o para ver una obra de teatro en el CIC. ¿Para entrevistar a Costanza Pascolato? Definitivamente no, pero era lo que había.

Llegué al hotel con el fotógrafo y nos pidieron que esperáramos sentados en el sillón que ya estaba bajando Costanza. No tomó más de cinco minutos. Con solo verla acercarse con toda esa elegancia característica, ya comencé a sentirme como la persona más miserable que jamás haya pisado la tierra. La saludé sin tocarla, que es lo que me hubiera gustado que me hicieran si fuera rica y chic. Nos sentamos, ella puso la cartera que estaba lanzando sobre la mesita ratona y empecé a hablar del tema. No parecía nada especial, era una cartera mucho más elegante que la mía de Renner, es cierto, pero no era una locura. Aun así, hice cara de impresionada y dije que era muy linda.

Empecé a hacer preguntas y pronto me di cuenta de que estaba en otro problema. No sé si lo sabés, pero la gente chic y elegante habla muy bajito. Incluso si están en un hotel con otras cien personas hablando a solo unos metros de distancia. Tuve que hacer un gran esfuerzo para escuchar lo que estaba diciendo. Quería evitar acercarme demasiado o pedirle que lo repitiera, porque la primera vez que lo hice repitió la frase exactamente al mismo volumen, por lo que seguía sin entender nada. Así que me concentré en leer los labios y tratar de memorizar lo que decía, ya que no podía leer los labios y escribir en el bloc de notas al mismo tiempo y no me gustaban las grabadoras.

Ella fue muy educada y servicial, pero obviamente la cosa no avanzó. Y cuando la entrevista no avanzaba, si no podía hacer chistes y reírme fuerte, era mejor que la terminara de una buena vez. El fotógrafo ya había sacado algunas fotos mientras hablábamos, así que le pregunté si quería un ángulo diferente, pero él tampoco entendía mucho la situación y dijo que estaba bien con las que tenía.

Nos despedimos de Costanza sin tocarla y yo me fui a casa a ser pobre y torpe en paz.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario