Javi tenía unos días de vacaciones que estaban a punto de vencer, las mías seguían vigentes, pero why not?
Y así fue como llegamos a Chascomús, un pueblo histórico de 33 mil habitantes ubicado a 127 kilómetros de la Capital Federal.
En realidad, la cosa fue un poco más compleja, porque aunque las vacaciones ya estaban programadas hacía un mes, todavía no sabíamos muy bien qué hacer. Quedarnos en Buenos Aires era una opción que no nos desagradaba. Siempre hay mucho que hacer y en los días de semana todo es mucho más fácil. Sin embargo, también estábamos pensando en visitar algún pueblito de la provincia de Buenos Aires, que fuera histórico y no tan lejano. Las opciones eran Chascomús y Capilla del Señor. Como Javi es peor para tomar decisiones que yo, la idea estuvo en el aire hasta cinco días antes del viaje, cuando por fin me desperté y dije: ¡Vamos a Capilla del Señor!
Pues no, mi ciela. Al consultar los horarios de los trenes, dos de ida y dos de vuelta, nos enteramos de que el segundo trayecto estaba interrumpido por obras en las estaciones, así que el destino decidió por nosotros. Iríamos a Chascomús.
Reservamos una noche en un hotel tan hermoso que me hizo preguntarme si realmente iba a querer salir de él y explorar la ciudad. Era un hotel chiquito ubicado en una casa del año 1852, donde funcionó la primera farmacia de la ciudad. Antes de ser un hotel boutique, la casa había sido otras cosas, incluyendo un café cultural y una cervecería. Sí, leí todo lo que pude sobre el lugar antes del viaje.
Salimos de la terminal de Retiro a las 10 y a las 12 ya estábamos ahí. Éramos los únicos huéspedes de La Botica de 1852 y nos recibieron los dueños, una pareja, que nos contaron todo lo que yo ya sabía y un poco más. A dos metros de la puerta de nuestra habitación, que daba al patio interior, se encontraba la entrada a un túnel que servía de acceso a algunos lugares del que hoy es el centro histórico de la ciudad.
Es aún más curioso si tenemos en cuenta que el hotel se encuentra a pocos metros de la municipalidad y de la casa donde vivió durante 20 años Raúl Alfosín, el primer presidente de Argentina después de la redemocratización. Básicamente en el corazón del centro histórico de Chascomús. Algo que también descubrí en mi pre-investigación fue que años antes de abrir La Botica - que solo lleva unos meses en funcionamiento -, la pareja tenía otro hotel a dos cuadras, curiosamente en otra casa donde vivía Alfonsín.
Además de todo este elemento histórico que siempre me interesa, Chascomús tiene otro atractivo que me llamó la atención: una laguna gigante que bordea toda la ciudad, donde viven pejerreyes, pescados típicos de la ciudad que comimos en nuestros dos almuerzos, y algunos flamingos, que desafortunadamente solo pude ver desde lejos.
Al final pudimos viajar y también pudimos quedarnos en Buenos Aires, algo que casi nunca es mala idea.
Ah, y sí, salí del hotel para recorrer la ciudad.
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