Acá estoy yo, con dolor en las pantorrillas y comiendo un bote entero de paçoquitas para demostrar que tan loca que puede ser la vida. Todo empezó con este posteo, donde desopilé todo mi amor (y vergüenza) por Tan Biónica, y mis sinceras palabras llegaron a los ojos de Beatriz, la dueña de las páginas de Tan Biónica Brasil en Twitter y Facebook. Sí, hice esa misma cara cuando descubrí que tales páginas existían. Beatriz encontró mi tweet con el link al posteo y me escribió. Dijo que me entendía perfectamente. Eso pasó un domingo, hace poco menos de un mes, y si hoy siento dolor en la pantorrilla y como paçoquitas, es gracias a ella.
Yo, que nunca soñé (pero confieso que tenía un deseo en lo más profundo de mi ser) con ir a un recital de Tan Biónica, esta semana terminé yendo a dos, acompañada de Beatriz, que se quedó en mi apartamento (bueno, de Diego, en realidad) a cambio de dos botes de paçoquitas. Me pareció un arreglo muy justo.
¿Viste cuando empezás a boludear con un asunto y de repente te das cuenta de que te fuiste un poco lejos y cruzaste el límite de lo razonable? Bueno, así me sentí el lunes pasado mientras esperaba con Beatriz a que un tipo llamado Federico trajera nuestras entradas de cortesía para la primera de las cuatro funciones que Tan Biónica daría en el Luna Park. Lluvia, frío, horas de pie, miles de adolescentes gordos con granos e incertidumbres rondaban la esquina donde nos encontrábamos junto a otro grupo que esperaba al mismo Federico. Hasta que a las 21:30 apareció el tipo, con los teloneros ya dele que dele adentro del lugar. Agarramos las entradas y volamos lo más cerca posible del escenario. Y con nosotras, una bandera brasileña traída de Paraguay.
Leí tanto, escuché tanto y vi tanto sobre Chano (más que sobre los demás miembros de la banda, lo admito, pero es una figura muy controvertida y las figuras controvertidas me despiertan interés) que cuando finalmente apareció delante de mí en una remera transparente de gogo boy, no llegó a provocarme euforia. Parecía un conocido mío. Alguien que me compartió sus dramas, victorias, derrotas, adicciones, inicios y finales de relaciones, y que, a pesar de no soñar siquiera con mi existencia, era como mi bestie. De verdad, del tipo para el cual meneás la cabeza y decís "no hagas eso, chabón". Le he dado a Chano muchos abrazos imaginarios y también muchos consejos mentales de vida. Incluso ayer, en el segundo recital, cuando yo estaba en un lugar más privilegiado y pude ver sus zapatillas, le aconsejé mentalmente que jamás se pusiera esas Adidas con alas fuera del escenario. Todo esto, creo, porque soy muy grande para ser fan de Tan Biónica -y de cualquier otra banda-, pero no puedo evitar sentir ternura por la persona de Chano.
Al final, toda esta historia me rindió una cobertura para el sitio web "Comando Latino" y un poco de frustración por no conseguir una entrevista y ni siquiera 15 segundos de meet and greet para decirle a Chano dos palabritas. Pero así es la vida, así son los amigos. Nos defraudan cuando menos lo esperamos, pero siempre estaremos con ellos.
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