La semana que viene cumplo cinco años viviendo en Buenos Aires. Aquellos seis meses se extendieron un poco y, a pesar de sentirme en casa y de estar súper acostumbrada a todo, a veces me pregunto qué carajo hago acá. Que idea, ¿no? ¿Por qué Buenos Aires ?¿Por qué todavía? ¿Tiene sentido estar acá? ¿Me voy a volver algún día? No tengo la respuesta a ninguna de esas preguntas. Las cosas simplemente fueron pasando y me fui quedando. El punto es: aunque viva acá hace cinco años, hay muchas cosas que todavía no hice. Cosas que considero in-per-do-na-ble no haber hecho. Y que espero que el mundo no se termine para que yo pueda finalmente hacerlas.
Nunca fui al Colón. En mi primer año en Buenos Aires era totalmente inviable ir al Colón. Yo quería, pero no tenía un puto peso. Cuando conocí a Javi él siempre decía que era su lugar favorito en la ciudad. “¿Entonces por qué no vamos?” preguntaba yo. Su respuesta era que, para que podamos ver bien el teatro y la orquesta/ópera, tenemos que conseguir un buen lugar, y un buen lugar sale caro. Entonces siempre lo dejé para después. En el principio de este año fue el colmo. Dije que iría al Colón y que no importaba que tan caro fuera, pero la venta de entradas abriría recién el 9 de marzo. Ese día entramos a ver la agenda nuevamente y no pudimos decidir cuándo ni qué obra ver, y, bueno, llegó la cuarentena.
Nunca conocí a otra ciudad argentina. Solamente Hurlingham, donde voy (iba?) a almorzar con mi suegra más o menos una vez por mes. Siempre tuve ganas de conocer otras ciudades del país, pero en las vacaciones siempre terminaba yendo a otro lado y no quedaba mucha plata para los feriados. Hasta que sucedió. Iba a conocer Mar del Plata el 20 de marzo, en un finde largo. Ya teníamos un departamento reservado y pasajes compradas, y entonces llegó la cuarentena.
Nunca fui a un teatro. Buenos Aires, y por sobretodo la Avenida Corrientes, es conocida en todo el mundo por sus teatros. Ya caminé por ahí en muchas noches de sábado y siempre que veía las multitudes saliendo de los teatros me moría de ganas de ir, pero siempre dejaba para después. Las entradas para obras con actores famosos son bastante caras y las con gente no-famosa tampoco son muy baratas. Además, es difícil encontrar algo que me guste a mi y a Javi a la vez, así que terminé no yendo nunca.
Nunca fui al Hipódromo de Palermo. Bueno, una vez entré ahí en un evento de Jameson pero no conocí prácticamente nada. Estuve circulando cerca de la entrada de Libertador y Dorrego por unos cinco minutos y me fui. No vi casi nada, ni siquiera en donde corren los caballos.
Nunca comí locro. Bueno, creo que se entiende un poco por qué nunca comí ese plato típico de las fiestas patrias. Conozco a muchos argentinos que tampoco les gusta esa mezcla rara de vegetales y cortes de carne extraños. Si bien me han dicho que existen versiones más light, es complicado saber dónde encontrarlas, así que sigo sin probarlo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario