Incluso medio Lost in Translation, diría yo. Muchos idiomas, muchas formas de hablar, muchas formas de ser. No se entiende, no entiendo y no me entienden. No nos entendemos. Hacemos cosas que no tienen sentido. Para el otro. “Hay que buscarle el sentido”, pensaba. “Hay que hacer que empiece a tener sentido”, pensaba también.
Tan simple como dos personas que eligieron estar juntas. Tan complejo como caminar de la mano en sentidos opuestos. Tan inútil como subir por la escalera mecánica que baja.
Despertarse cada mañana intentando encontrar respuestas mientras el agua se deshace de las últimas células que quedaron en las fibras. ¿Era para ser así? ¿Era eso y nada más? ¿Qué se hace con lo no vivido, con lo que quedó por la mitad?
Gustavo decía que hay vacíos que no se pueden llenar, pero ¿qué más da, sino tratar de reformular el tetris en la pared?
Hablando de vacíos, ¿alguien dijo algo sobre vaciar lo que está lleno?
Hace frío y cuando te quitas la ropa te das cuenta de que te quedó una cicatriz, que no importa lo que hagas con ella, siempre que la mires te vas a acordar. De lo que fue. De lo que no fue. De lo que hiciste. De lo que te hicieron. De lo que no te hicieron. De lo dicho. De lo no dicho. De que nada es tan simple como podría ser. En verano será más evidente, entonces supongo que te acostumbrarás.
Ese debe ser el secreto, acostumbrarse. Para algunos incluso conformarse. Pero acá no. Acá sabemos que lo poco no es suficiente. Acá cambiamos de casa, cambiamos de profesión, de color, de idea. Acá cambiamos de país, de ruta, de amor e incluso la forma de ver las cosas. Pero siempre queremos mucho. Porque somos mucho y ofrecemos aún más.
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